martes, 8 de diciembre de 2009

La Peña Blanca

Cada fin de semana era costumbre ir de Jaén a Colasay, para visitar a mi abuelo, Don Mesías Guevara Olano. Él era un ciudadano ejemplar y muy querido por todos sus vecinos, siempre andaba preocupado por el quehacer comunal, era muy hábil con la concertina la cual utilizaba para acompañar y entonar hermosas melodías. En la década de los sesenta fue elegido alcalde, era el inicio de la elección de esta autoridad municipal a través del voto directo secreto y universal, se había dejado de lado la nominación entre “vecinos notables”.

Su espíritu era inquieto, siempre estaba preocupado en hacer y construir cosas. Una vez, aprovechando su experiencia en la construcción de molinos, cuyas ruedas de madera eran movidas por la acción del agua, intentó generar luz eléctrica, utilizando un alternador, que era accionada por la fuerza del agua, al llegar el día de ponerla en marcha, logró generar energía por pocos instantes ya que el río creció y se llevó la turbina de madera.

Era constructor, panadero, agricultor, comerciante, pero sobre todo un hombre de bien. En la plaza de armas tenía un pequeño quiosco de madera, donde atendía a sus vecinos, era el punto de encuentro, allí se mantenían largas y amigables tertulias, en ellas siempre estaba presente la inquieta idea de hacer alguna obra. Como la de crear el colegio secundario, hoy llamado Tahuantinsuyo.

Para ir a Colasay, en el caserío Playa Azul ( ubicado en la carretera Olmos Corral Quemado) nos desviamos y emprendemos un camino ascendente, la marcha es lenta porque el camino es escabroso y angosto, en nuestro ascenso encontramos el sitio denominado “peña blanca”. En este sitio, el camino es angosto solo puede pasar un vehículo. Aquí los ingenieros le ganaron espacio a la montaña rocosa, al otro lado hay abismo con una pronunciada y amenazadora profundidad.

En uno de nuestros viajes de fin de semana, nos topamos con una persistente llovizna, viajábamos en un camioncito que llevaba frutas de la costa como uvas. Por la pendiente y la llovizna, el ascenso era lento. Al llegar a la Peña Blanca nos detuvimos, no se podía pasar, una gran piedra había caído en la plataforma de la carretera.

Con mucha curiosidad bajamos a ver lo que estaba sucediendo, para mi alegría y sorpresa, vi a mi abuelo al frente de una cuadrilla que trabajaba con ahínco, su objetivo era quitar la roca del camino. Mi abuelo, al vernos se nos acercó para explicarnos, que con el objetivo de liberar el camino de la piedra, estaban haciendo “minga”. La estrategia era caldear la piedra, la operación consistía, en hacer huecos debajo de la piedra, para ello utilizaban picos, palas y barretas.

Luego en los huecos, pondrían maderas, las mismas que serían encendidas con la finalidad de calentar la piedra hasta ponerla al rojo vivo, y cuando alcanzaba alta temperatura se le echaba agua fría. Al entrar en contacto el agua con la piedra, esta se rompía en varios pedazos, los cuales serían lanzados al precipicio. Esta técnica un poco precaria, resultaba efectiva, frente a la inexistencia de maquinarias pesadas.

¿En qué consiste la minga (minka)?, es una tradición de los antiguos peruanos que consistía en reunir a los pobladores para hacer una faena comunal. En este caso se reunieron para retirar la piedra del camino. El trabajo comunitario definitivamente es un gran aporte del Perú antiguo, que hoy nos permitiría afrontar con éxito los actuales problemas.

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